Si somos miembros de un club deportivo, trabajamos
trabajamos en una empresa o utilizamos el transporte público, somos conscientes de que, para evitar los posibles conflictos que pudiera haber, seguramente tengamos unas “normas de convivencia” en el mejor de las casos y toda una legislación reguladora si hablamos de algo más serio. En un colegio no es para menos, ya que las numerosas interrelaciones personales (alumno-alumno, alumno-profesor…) hacen que el conflicto pueda surgir con más facilidad, por eso esta serie de normas suelen estar recogidas (por ejemplo) en el Decreto de derechos y deberes de los alumnos o en los reglamentos de régimen
interno elaborados por los propios centros. Es el conflicto algo casi inevitable y que se repite la mayoría de los días; puede tratarse de algo irrelevante como la riña entre dos alumnos de infantil por querer el mismo juguete, la discusión entre dos compañeros por no compartir el mismo resultado de matemáticas o la pelea por insultar a otro jugando el partido en el recreo. Dentro de lo que cabe, estos roces pueden ser aceptables, pero hasta cierto punto. En el momento en el que no pueda resolverse sin interceder (exageradamente) una fuerza de autoridad o haga mella en la normal convivencia, será negativo para la comunidad educativa.
La indisciplina y los conflictos aparecen en los colegios dependiendo también del entorno en el que se encuentre así como el tipo de centro o la edadde los alumnos. Esto puede venir dado como respuesta a una provocación o como una forma de reaccionar ante situaciones de frustración o amenazantes. Por ello, es un “problema” que debe ser tratado por los profesores con sus alumnos pero en el que la familia también tendría un peso importante.
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