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miércoles, 28 de septiembre de 2011

"La disciplina es, por una parte, el mejor camino para la libertad"
Hermann Keyserling
Filósofo alemán del siglo XX (1880-1946)                                

martes, 27 de septiembre de 2011

Introducción a la disciplina escolar

A pesar de la actualidad que, lamentablemente, en estos momentos rodea al tema de la disciplina escolar tanto en nuestro país como fuera de él, a causa de episodios de violencia protagonizados por sectores de alumnos que han provocado las quejas de algunos grupos de profesores, conviene señalar que éste no es un tema nuevo y que lo que en estos momentos sucede debe entenderse como la explicitación de que la disciplina escolar es asunto importante, al que no siempre se ha prestado la atención requerida y, mucho menos, en los término adecuados.
Por lo general, la disciplina de la escuela se ha contemplado desde la óptica de los problemas de comportamiento y sólo raramente desde la del buen funcionamiento del aula, es decir, el tema se ha planteado cuando –como sucede en estos momentos- cunde la alarma entre sectores más o menos amplios de la comunidad educativa que evidencian la necesidad de intervenir y remediar problemas de comportamiento, puesto que perciben en ellos niveles preocupantes de riesgo y amenaza, incluso para la integridad física de las personas. Sin embargo, todavía no parecemos estar suficientemente convencidos y familiarizados con la idea de que la disciplina es un instrumento cuya finalidad primera es garantizar el orden suficiente en el grupo para facilitar su funcionamiento y, derivadamente, solucionar problemas en caso de que aparezcan.
La pregunta más interesante sobre disciplina escolar no es la de ¿qué puede hacerse para solucionar los problemas de comportamiento de los alumnos?, sino la de ¿qué puede hacerse para evitar la aparición de problemas de comportamiento en clase y así conseguir el orden necesario para que el grupo funcione adecuadamente? No sólo se trata de preguntas distintas que dan lugar a respuestas notablemente diferentes, sino que tampoco obedecen al mismo interés. La primera suele acabar en ella misma: existe un problema y hay que solucionarlo, mientras que la segunda se orienta claramente a algo más que la mera supervivencia, se dirige a la optimización de los procesos instruccionales de cuya organización es responsable el profesor.
A pesar de lo dicho, los problemas de disciplina o de comportamiento hacen su aparición en la escena escolar en un momento u otro. Hay que contar con ello y conviene también haber previsto cuáles son los más probables, en qué momentos pueden darse y cuáles serán los procedimientos que habrá que aplicar para intentar solucionarlos.
Con todo y con ello, tales previsiones no significan que cualquier problema de comportamiento sea soluble desde la disciplina escolar. En ocasiones sucede que la escuela se convierte en el lugar propicio donde se manifiestan y expresan problemas cuyo origen poco o nada tiene que ver con ella y con sus propósitos, y es importante saber qué puede hacerse en tales casos desde el entorno escolar y qué ayudas deben reclamarse a otras instancias sociales igualmente comprometidas en el desarrollo y educación de los alumnos.
Quizá una de las razones que ayuda a entender la confusión que existe al respecto de las cuestiones que hemos planteado en los párrafos anteriores, se refiere a que, por lo general, los docentes no reciben formación explícita sobre disciplina escolar lo que, como es de suponer, no contribuye a mejorar la situación. La supervivencia y la intuición se convierten en las coordenadas principales que vertebran la disciplina en las aulas; por fortuna, esta intuición, entendida como proceso de elaboración de la información de gran interés psicológico, lleva a algunos profesores a concluir que la disciplina es un instrumento de gran valor funcional y socializador de manera que desarrollan sus estrategias disciplinarias particulares tanto a nivel preventivo como de remedio. Sin embargo, nos parece excesivamente arriesgado dejar al albur de cada educador las decisiones sobre un tema que constituye condición necesaria –aunque de ninguna manera suficiente- para el éxito de las propuestas instruccionales.
En nuestra opinión los profesionales de la enseñanza debieran tener la ocasión de familiarizarse y elaborar tres tipos de conocimiento sobre el tema que nos ocupa: por una parte, conocimiento científico y técnico referido a la conceptualización misma de la disciplina, sus atributos y funciones, los procedimientos disponibles para su aplicación según los principios psicológicos que regulan el comportamiento humano en situación educativa y de acuerdo a las funciones que se espera que se cumpla –fundamentalmente preventiva y de remedio-, así como las ventajas e inconvenientes asociadas a tales aplicaciones.
Por otra parte, conocimiento de tipo legal-administrativo, que es el que las autoridades educativas proporcionan sobre el qué, el cómo y el cuándo de la disciplina escolar en unas coordenadas socio-político-geográficas precisas. Finalmente, el conocimiento contextualizado que orienta el contraste de los anteriores con las situaciones escolares concretas de las que el docente es responsable y que incluye consideraciones sobre la edad y nivel madurativo de los alumnos, sus características socio-familiares, necesidades educativas especiales, el propio estilo docente y las características del centro escolar, entre muchas otras. El denominado conocimiento contextualizado orienta al docente en el proceso de toma de decisiones importantes como, por ejemplo, los ajustes y diferencias que necesariamente existen entre la disciplina del centro y la del aula que, si bien comparten fines y propósitos comunes, mantienen las distancias que corresponden a la singularidad de cada forma de interacción entre un docente y su grupo de alumnos.

Cuadernos de Educación. La disciplina escolar.
Concepción Gotzens. Barcelona, septiembre 1997.